Mandala es una palabra sánscrita que significa “circulo mágico”, “portador de esencia” o “centro sagrado”. Aunque su dibujo sea complejo y a menudo se encuentre contenido en un recinto cuadrado, los mandalas se basan en esa forma elemental de toda creación, geométricamente perfecta como es el círculo, arquetipo, que rige el orden interior de la naturaleza misma y está arraigado ancestralmente en el subconsciente colectivo de toda la humanidad.
En su interior podemos encontrar enmarcadas, líneas geometrías como triángulos, cuadrados, rombos, círculos o espirales, pero siempre son figuras simétricas que atraen nuestra mirada hacia su centro y evocan el origen de toda realidad, como la imagen de un cristal de agua.
Son imágenes que se relacionan con la geometría, la psicología y la curación sagrada, manifestándose a través del arte, la arquitectura y en la propia naturaleza. Los encontramos por doquier, ya sea mirando el microcosmos, en un simple átomo o en una célula, o contemplando el macrocosmos, entre las estrellas, los planetas y las galaxias, pasando por todas las naturalezas ya sean, vegetales como las flores y los frutos, minerales, en la cristalización de sus formas, y animales, así como en objetos ornamentales de uso común, etc. De hecho, el mandala, engloba todo lo que conocemos, e incuso, todo aquello que aún no hayamos llegado a comprender racionalmente.
Este símbolo sagrado, presente a lo largo de los tiempos, en todas las culturas y tradiciones, representa como decimos, un mundo entero, la divinidad, el ser humano, la vida, la creación y la eternidad, en definitiva, el Universo mismo.
Los antiguos que veneraban a la Gran Diosa, hablaban del universo como de la Gran Esfera y representaban su centro como el Omphalos, o el ombligo del mundo.
En las culturas indígenas de América el mandala se encuentra presente entre los Navajos, Incas o Aztecas, como ejemplo tenemos entre otros su calendario o piedra del Sol que es circular; Igualmente concéntrica es la construcción megalítica de Stonehenge, plaza sagrada de los druidas célticos, que pertenece al neolítico tardío.
El mandala tradicional hindú, se presenta como un cuadrado subdivido en otros más pequeños, dedicados a Shiva y Prithivi, que determinan a través de la orientación concéntrica, en relación con los ciclos solares y lunares, el espacio sagrado central, que es el altar y el templo de Brahma.
El budismo representa sus mandalas en forma de loto, y sitúa en su interior al Buda. En ocasiones especiales construyen complicadas figuras con arena fina de colores y al terminar, los dejan al viento para que los deshaga, o bien los recogen y lanzan sus restos al mar, de acuerdo con su doctrina del Karma Yoga, en la cual lo importante es la acción misma y no el resultado que produce.
También las catedrales cristianas lucen espléndidas vidrieras y rosetones con imágenes de Cristo o María en su centro.
En la tradición tibetana, el mandala combina círculos y cuadrados, simbolizando el universo espiritual y material y es el soporte de meditación, para la interiorización espiritual y la reintegración del yo en el todo y el todo en el yo.
El mandala tántrico, basado en un cuadrado con cuatro puertas, guarda círculos y lotos, cargado además de imágenes y símbolos sagrados, puede dibujarse o pintarse en el suelo, pero esencialmente se interioriza y construye en la caverna del corazón.
Para los japoneses, el mandala es convergencia y divergencia, es la imagen de dos aspectos complementarios e idénticos de la realidad suprema; su trazo, sintético y dinamizador a la vez, representa y tiende a superar las oposiciones de lo múltiple y la unicidad, entre lo exterior y lo interior, del espacio-tiempo y lo atemporal más allá del espacio.
Para el psicólogo suizo, Carl G. Jun (1875-1961) los mandalas representan la totalidad del ser humano, abarcando tanto el consciente como el inconsciente y constató que cada persona responde a ellos instintivamente. Estudió exhaustivamente el efecto curativo de estas imágenes en la psique, e incorporó entre las técnicas de su terapia, la meditación con los mandalas, usados para consolidar el ser interior y favorecer la serenidad, el sentimiento de que la vida toma sentido y orden.
Efectivamente, los mandalas son dibujos de auto-conocimiento mediante los cuales nos es posible conectar con nuestro interior, relajarnos, meditar y nos ayudarán a la vez, a descubrir esa paz interna al conectar con nuestra propia esencia.
Las técnicas de meditación con los mandalas pueden ser visualizando las imágenes a la par que se ejercita la respiración, concentrarnos en pintarlos, dibujándolos, caminando sobre ellos o recorriendo sus formas mentalmente. De cualquier modo que interactuemos con ellos, son servirán para aliviar el desequilibrio interno, disminuir el estrés, mitigar la ansiedad, expandir la conciencia, despertar los sentidos y manifestar nuestra creatividad; es eficaz en los estados de desorganización por crisis, insomnio o estados decaídos de ánimo.
Mediante su diseño, contemplación y meditación el ser humano toma contacto con lo espiritual y se hace parte del todo armonioso, trascendiendo sus limitaciones presentes y las ataduras a su mundo material y conceptual. El mandala posee una doble eficacia: conserva el orden físico si ya existente y lo restablece si se ha perdido, en cuyo caso ejerce una función estimuladora y creadora.
Al ser representaciones geométricas y simbólicas del universo, su significado varía dependiendo de las figuras inscritas. Básicamente los triángulos, se relacionan con el principio masculino y femenino, con el cielo y la tierra y dependen de su orientación; las formas circulares, simbolizan la integración natural, la expansión en el mundo intermedio, mientras que las cuadradas representan la toma de conciencia de esta integridad, lo terrestre, lo material.
A través del mandala podemos expresar nuestros sentimientos y emociones, también con otras figuras geométricamente más complejas. Generalmente la espiral denota vitalidad, y proporciona energías curativas. La estrella es símbolo de lo espiritual, lo elevado, la libertad. El corazón, es felicidad, alegría sentimiento de unión. La cruz es la unión de dos opuestos, la vida y la muerte, lo consciente y lo inconsciente. El pentágono, silueta del cuerpo humano, Es tierra agua y fuego. El hexágono es la unión de los contrarios. La mariposa otorga reovación del alma, la transformación y la muerte.
También el color es importante en el significado del mandala y su uso esta relacionado con el estado de ánimo de quien los colorea:
Blanco: nada, pureza, iluminación, perfección.
Negro: muerte, limitación personal, misterio, renacimiento, ignorancia.
Gris: neutralidad, sabiduría, renovación.
Rojo: masculino, sensualidad, amor, arraigamiento, pasión.
Azul: tranquilidad, paz, felicidad, satisfacción, alegría.
Amarillo: sol, luz, jovialidad, simpatía, receptividad.
Naranja: energía, dinamismo, ambición, ternura, valor.
Rosa: aspectos femeninos e infantiles, dulzura, altruismo.
Morado: amor al prójimo, idealismo y sabiduría.
Verde: naturaleza, equilibrio, crecimiento, esperanza.
Violeta: música, magia, espiritualidad, transformación, inspiración.
Oro: sabiduría, claridad, lucidez, vitalidad.
Plata: capacidades extra sensoriales, emociones fluctuantes, bienestar.
Os dejo aquí unos mandala sencillos para que los coloreéis si os apetece probar… pero no hagáis mucho caso de lo que os he dicho, lo mejor es dejarse guiar por la intuición y decorarlo a vuestro modo mientras pasais un buen rato … espero que os gusten.
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